El contrapeso de la arrogancia.

¡Qué hongo, Emprendedores!

Uno de los valores más populares en los códigos de ética de las empresas es la responsabilidad. Cuando era empleado, para mí significaba: realizar las tareas que tenía asignadas, cumplir con las obligaciones inherentes a los cargos que llegué a ocupar y asumir las consecuencias de mis decisiones (creo que todos estamos de acuerdo con esta definición). No obstante, en esa etapa solo vi una de las dos caras de la responsabilidad. Ahora, como emprendedor, estoy experimentando ambas y puedo decirles que el significado de este valor ha cambiado totalmente.

Mi último puesto (gerente de operaciones) me permitía delegar una gran parte de la responsabilidad a las líderes de área y ellas, sucesivamente, a sus equipos de trabajo. Sabía que tenía el respaldo de la firma, como la red de seguridad que tienen los trapecistas cuando ejecutan sus actos. No me sentía completamente responsable, como si fuera algo mío. Esta situación, más la jerarquía de mi puesto, me dio mayor libertad para planear, delegar y asumir riesgos. Pero, por otro lado, también tuve momentos de arrogancia y de exceso de confianza que tuvieron consecuencias negativas.

Hace un año comencé esta nueva etapa y, por primera vez, vi la segunda cara de la responsabilidad. Ahora ya soy el dueño, el capitán, el teniente, el oficial, el marinero y el grumete de mi barco. En mis manos está que este llegue a su destino o se hunda. A través de errores y aciertos he aprendido y sigo aprendiendo nuevas habilidades. Saber que existe tanto que desconozco completamente y que ahora los resultados de mis decisiones profesionales me impactan directamente, me ha generado un nuevo sentido de humildad intelectual y cautela.

En su libro, Skin in the Game, Nassim Taleb introduce el concepto de tener piel en el juego. Para él, cuando las personas se involucran directamente y tienen algo que perder cuando las cosas salen mal, son menos propensas a actuar con arrogancia o exceso de confianza. La exposición directa a las consecuencias de sus acciones obliga a las personas a ser más humildes y realistas. La arrogancia y el exceso de confianza pueden llevarnos a tomar decisiones imprudentes, pero cuando tenemos algo que perder, es más probable que evaluemos los riesgos de manera más cuidadosa.

No me malinterpreten, no estoy sugiriendo que renuncien a sus empleos y se aventuren a ser emprendedores, si es que todavía no lo son. Cualquiera puede adoptar y practicar este concepto. Lo pueden hacer en sus empleos asumiendo un mayor grado de responsabilidad y participando activamente en proyectos (sin caer en un tema de esclavitud laboral). De hecho, les recomiendo que lo hagan en todos los aspectos de su vida. Esto les generará mayor piel en el juego y aprenderán nuevas habilidades. Como dice Nassim Taleb, “transferir riesgos impide el aprendizaje”.

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