El Arte de la Escuela Cortesana.

¡Qué hongo, Emprendedores!

Hace unos días, estaba limpiando mi departamento y, entre mi colección de engargolados de la carrera, encontré la tesina que hice el primer año de la licenciatura. La titulé “El Espejo Cortesano y el Reflejo Burocrático”. Inmediatamente, lo primero que me llegó a la mente fue el recuerdo de que todo mi grupo escogió un tema de derecho y yo fui el único wey con uno de sociología (jajajaja). Pero bueno, lo escogí por una razón que me llamó la atención en su momento. 

Recientemente, la volví a leer y me atrajo algo que escribí en uno de los subcapítulos. Por eso, me pareció interesante compartirles el “Arte de la Escuela Cortesana”.

Pero, primero, les contaré un poco sobre quiénes eran los cortesanos. 

Los cortesanos eran una clase distintiva en las cortes de los monarcas y nobles poderosos, especialmente a partir de la Edad Media tardía y durante el Renacimiento (siglos XIV-XVII). Inicialmente, las cortes eran simplemente el entorno donde los reyes y señores feudales gobernaban, rodeados de vasallos, guerreros y consejeros. Con el tiempo, a medida que las monarquías se centralizaban y los reinos se volvían más estables, estas cortes se transformaron en centros de poder político, cultural y social. En lugares como Francia, Italia o Inglaterra, los cortesanos se convirtieron en una élite que orbitaba al monarca. En el Renacimiento, la influencia de las ideas humanistas y la promoción del arte elevaron el estatus de la corte. Esta ya no solamente era un lugar de gobierno, sino también de exhibición de riqueza, arte y sofisticación. La corte era un microcosmos donde todo giraba en torno al rey y los cortesanos eran tanto actores como peones en teatros políticos.

Ser cortesano requería linaje, educación y habilidades sociales. Aunque muchos provenían de familias nobles (les facilitaba el acceso a la corte), destacar dependía de su preparación. Desde jóvenes, aprendían letras y artes (lectura, escritura, poesía, música, danza). Los hombres se entrenaban en esgrima, equitación y caza para mostrar lealtad y fuerza y las mujeres, como damas de compañía, en música, bordado y conversación. La etiqueta era esencial, incluyendo reglas de comportamiento como reverencias y formas de dirigirse a nobles o al rey. Hablar idiomas como latín, francés o italiano era útil en cortes cosmopolitas.

Para mí, lo más interesante de ellos era su adiestramiento. En particular, estas habilidades:

  • Observación de los demás y autoconocimiento:

    La observación de los demás era una habilidad que se aprendía por vivir en la corte. Entre ellos mismos y respecto de otros visitantes de la corte, los cortesanos analizaban cuidadosamente la condición, los motivos, los talentos y las limitaciones de cada persona. No obstante, la observación de los demás debía complementarse con el autoconocimiento para crear una habilidad útil en las cortes. El autoconocimiento ayudaba a los cortesanos a dominar sus impulsos y pasiones. Esto les evitaba conflictos y aumentaba su respeto y prestigio frente al monarca y los demás cortesanos. 

  • Manipulación:

    Esta habilidad se desarrolló en los cortesanos como consecuencia de su observación de los demás. Considerada como “diplomacia”, esta requería un análisis constante de las fortalezas y debilidades de los demás y descubrir la mejor manera de construir relaciones duraderas con estos. A diferencia de otros grupos históricos, el destino de un cortesano se encontraba en las manos de otro, de acuerdo a su posición. Podían ser amigos, enemigos o neutrales y siempre eran cautelosos en sus interacciones con otras personas.

  • Etiqueta:

    Para el monarca, la etiqueta no solo era un instrumento de distanciamiento, sino también de dominio. No era una simple ceremonia, sino una herramienta para gobernar a sus súbditos. ¿La idea? Entre más grande sea la distancia entre un monarca y su corte, del pueblo, más grande será el respeto que este último les otorgue. La etiqueta fue la expresión más completa del monopolio del poder por parte del monarca y de los cortesanos. 

Si algo me quedó claro al releer mi tesina, es que las habilidades que los cortesanos perfeccionaron no se quedaron atrapadas en los salones renacentistas o en los castillos de la nobleza. Aunque con el tiempo han ido evolucionando, estas han encontrado un nuevo hogar: la burocracia moderna. Sí, esos aparatos administrativos llenos de trámites, organigramas y reuniones interminables tienen más en común con la corte de Luis XIV de lo que podrías imaginar. 

Vamos por partes y con ejemplos para que veamos cómo estas habilidades siguen vivitas y coleando.

  • Observación de los demás y autoconocimiento:

    En la burocracia actual, esta habilidad sigue siendo clave. Piensa en un funcionario público, en una dependencia gubernamental. Este o esta observa cómo su jefe interactúa con los superiores o cómo los compañeros reaccionan ante ciertas políticas. Si el director siempre llega tarde pero nadie lo cuestiona, el mensaje es claro: su poder no está en el título, sino en las conexiones. El autoconocimiento entra aquí también: ese mismo funcionario debe controlar su frustración o su deseo de confrontar, porque sabe que un paso en falso puede costarle el puesto. Este dominio de uno mismo y lectura de los demás es puro ADN cortesano.

  • Manipulación: 

    En la burocracia moderna, esto se ve en las negociaciones internas y externas. Imagina a un funcionario público en una Secretaría de Estado preparando un informe. Sabe que su jefe ama los datos, así que exagera un poco las estadísticas positivas (sin mentir del todo, claro) y omite los detalles incómodos. Esto no es tan diferente de un cortesano susurrando al oído del rey para inclinar la balanza a su favor.

  • Etiqueta:

    Actualmente, los rituales son menos pomposos, pero igual de simbólicos. ¿No te ha pasado que en una oficina te piden usar “Licenciado” o “Doctor” aunque el título sea más decorativo que práctico? Eso es etiqueta pura. Un ejemplo clásico: las reuniones formales en el gobierno o en grandes empresas. Hay un orden estricto: quién habla primero, cómo se saluda al jefe, incluso dónde te sientas. O piensa en los correos institucionales llenos de fórmulas como “Quedo a sus órdenes” o “Agradezco de antemano su atención”. Son los equivalentes modernos a las reverencias, diseñados para mantener la jerarquía y el respeto.

Releer mi tesina polvorienta me hizo recordar que los cortesanos siguen entre nosotros, pero ahora visten sacos, mandan correos con "saludos cordiales" y se mueven entre cubículos en lugar de salones dorados. La observación aguda, la manipulación disfrazada de diplomacia y la etiqueta como ritual de poder no desaparecieron con el Renacimiento; se reciclaron en la burocracia moderna como habilidades esenciales para navegar el caos de las jerarquías. Piensen en su última interacción con un trámite, una junta o un jefe. ¿No sintieron ese eco de la corte? Por eso me parece fascinante cómo algo tan antiguo sigue tan vigente. Al final, no somos tan diferentes de esos cortesanos: todos, a nuestra manera, estamos buscando nuestro lugar bajo el sol… o al menos, bajo la lámpara fluorescente de la oficina.


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